Email marketing con historias
vender a través de emails es posible.
Pero... si buscas una foto, no la encontrarás.
No la necesitas.
Esta web es fea.
Y de fealdad va todo esto.
SPOILER: esto es un experimento. Ningún lector ha sido herido en el transcurso de la escritura (o lectura) de esta página web.
Bueno, puede que encuentres una sola foto. Pero antes lee toda la página, no tiene desperdicio.
Toda mi web está bien diseñada, con colores corporativos, fotos bonitas (aunque tengo que plantearme seriamente hacer una nueva sesión de fotos) y elementos «cuquis».
Pero esta página está -deliberadamente- diseñada con un tochaco de texto y un degradado de mi azulito corporativo.
Sin florituras.
(Y más barata, oigan).
A lo que iba.
Esta página es como mi amor a primera enésima vista de universidad. Se llamaba… le vamos a llamar Esteban.
Esteban era rubio, alto, apuesto. Vestía bien, hablaba bien, olía bien.
Tenía un no-sé-qué-que-qué-sé-yo.
Y tenía otra cosa enorme.
…
…
…
Really, George?
¿De verdad pensabas que iba a hablar de la herramienta de Esteban?
Ay madre, veo que el intenné está tan plagado de páginas aburridas, que a la que doy un poco de carnaza, sus desmadráis.
No.
Esteban lo que tenía era una nariz inmensa.
Enorme.
Era narigudo, narizota, narizgrande, narizudo, narizón. Tenía una pedazo de napia, tocha, hocico, olfato, porra.
(Malpensados. De nuevo 🤦🏽♀️. Wikipedia incluye porra como sinónimo de nariz).
Pues la nariz de Esteban fue lo primero que vi en mi primer día de universidad.
Me acuerdo de aquél primer día en el que todo hacía subida.
La calle Bellesguard, que tiene más desnivel que el Everest y el K2 juntos.
La soledad.
La novedad.
La ansiedad.
Todo se hacía cuesta arriba.
Incluso las 8 escaleras que separaban la calle de la nueva etapa universitaria.
En fin, que en todo ese mar de dudas, su nariz resaltó.
No voy a contarte más sobre Esteban, pero te aseguro que puede enseñarte (y mucho) a vender a través de los emails.
Si quieres saber cómo terminó mi historia con Esteban y su nariz, es aquí debajo.